sábado, junio 16, 2012

Il Labirinto.


Cuando miro alrededor y no puedo encontrar silencio para pensar mi siguiente movimiento que me llevará a lo que quiero, comienzo a desear que todos se callen para poder pensar con claridad, para yo poder diagramar mi mapa tranquilamente.

Comienzo a odiar las convenciones sociales, y por lo tanto a la sociedad, que no permiten que uno se levante y se vaya sin ninguna palabra, mirada ni consecuencia. 

Todos se preguntarían:
¿Estará bien? Es que ella es rara. A veces es así. Está bien, ya se le pasará.
Se que a veces preocupa lo que pueda estar pasando por mi cabeza, supongo que es algo en mi mirada.
Casi nunca puede ayudarme.


Es que tiendo a pensar: si no tiene ganas de escucharlo porque bien porque el momento no se está dando o porque alguien inepto que no sabe hablar interrumpe cada dos milésimas de segundos, quizá es porque no necesito esa ayuda, y quizá es que sólo necesito alejarme para poder pensar en las respuestas a mis preguntas, mucho mejor. Así que.... me callo.






Y, por fin, cuando estoy calmada, en silencio, sola... No logro dar con nada. Ni siquiera conmigo.
Estoy tan sola que no me encuentro, y entonces, deseo estar con ella. Con alguien más.
Quería concentrarme en medio del grupo de gente, o de la clase, o de la calle, o de un almuerzo, o de una cita, o viendo televisión, o escuchando música en el bus. ¿Quería concentrarme en qué? Si cuando estoy sola me hago esa pregunta, y siento que me la respondo a medias.





Veo que son muy pocas las cosas en las cuales estoy 100%  en ese momento, viviéndolo. Trataré esta vez de no sentirme mal por ello, sólo por hacer un pequeño cambio, sólo por hoy. Y repetirme a mí misma, que son muchas las personas que lo viven así, y que se puede cambiar.

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