Y siempre suelto. Se trata de abrazar, palpar, sentir y soltar. Dejar y dejarse caer. Corro, busco en el vacío más sombras pálidas como niebla. Busco, miro, ciega. Encuentro. Corro aún más. Aparece el cuerpo, esperado, ansiado. Otra vez. otro cuerpo diferente. Toco, siento... No. Toco, y no responde. El cuerpo voltea, y se marcha, no respondió. Grito desesperada. Volteo yo y trato de caminar. Me tumbo. ¿Me tumban?. Caigo. Mientras observo el espacio, perdida. Siento un pedacito de humo frío: Neblina. Deslizo la mano y siento sus soportes y sus conecciones con el suelo. Voy subiendo ayudada por sus columnas enormes de apoyo. Llego al extremo supoerior, su cielo, su techo, mi techo.
Me abraza y yo lo abrazo también. Me siente y yo a el.
Nos conocemos y nos reconocemos, no de antes, digo. Quiere alargar la exploración por mas tiempo, y yo no tengo nada más que descubrir de ese cuerpo. No de ese cuerpo.
Que hago... Lo suelto. El no me deja caer. El se cae en el vacío. El se cae, y me sostiene a la vez.
Me empiezo a desesperar, no puedo mantenerme parada. No quiero. Debo caer. Déjame ir. Déjate caer tu también.
Por último cierro los ojos y lo empujo.
No hay nada más que sentir ni palpar ni conocer aquí. Al cabo termino no sintiendo nada. Y conociendo de más.
Esto se trata de buscar, correr, encontrar, abrazar y dejarse caer. Dejar y dejarse ir ya sea con el o sola... No hay caso, a veces hay humos y neblinas que no se pueden mezclar en una misma.